Título: LA
DEFINICIÓN DE HOMBRE
TOMISMO Y CORRIENTES ANTROPOLÓGICAS CONTEMPORÁNEAS
Resumen: El tema de la definición de hombre es fundamental para
cualquier consideración antropológica ulterior.
El acuerdo o desacuerdo sobre la esencia del hombre y su naturaleza
constituyen el meollo de toda antropología. En el presente trabajo, donde
intentamos considerar el tema desde la perspectiva de las corrientes
contemporáneas, el eje de toda discusión parte del reconocimiento, rechazo e
interpretación de las determinaciones específicas intrínsecas o, dicho de otro
modo, las notas esenciales que integran la definición del hombre, vale
decir : la animalidad y la racionalidad. La animalidad del hombre,
por su evidencia no necesita demostración alguna. La racionalidad, en cambio,
necesita demostración pues no es tan evidente, al punto de ser cuestionada y
negada por muchas corrientes contemporáneas. La razón pertenece al ámbito de lo
espiritual y expresa la existencia del espíritu en el hombre como algo real,
distinto e irreductible a toda función orgánica o psíquica inferior. El análisis de las actividades humanas sirve
como demostración de esa realidad espiritual.
Precisamente es la racionalidad lo que cuestionan las corrientes
antropológicas contemporáneas. Este trabajo intenta mostrar que gran parte de
los actuales rechazos a la definición de hombre como animal racional, por considerarla restrictiva con relación al
hombre concreto, se deben al desconocimiento de la noción de intellectus y de su constante y dinámica
relación con la razón.
Datos
del autor: María
L. Lukac de Stier, doctora en Filosofía, Universidad Católica Argentina,
Facultad de Filosofía, Sociedad Tomista Argentina. Avda. Alicia Moreau de Justo
1500, Capital Federal. Fax: 4349-0444.
E-Mail: STA@maggi.cyt.edu.ar
El tema de la definición de hombre es
fundamental para cualquier consideración antropológica ulterior. El acuerdo o desacuerdo sobre la esencia del
hombre y su naturaleza constituyen el meollo de toda antropología. Para explicitar lo que es la naturaleza
humana debemos señalar las determinaciones específicas intrínsecas que la
constituyen. Son determinaciones
intrínsecas porque la esencia humana no es algo que está fuera del hombre. Esta
naturaleza o esencia, considerada dinámicamente, es principio de las
actividades que consideramos naturales.
La naturaleza se nos presenta como un conjunto de orientaciones hacia
fines perfectivos que le corresponden y que, por consiguiente, llamamos fines
connaturales. Por esto, la naturaleza
debe ser entendida tanto como un conjunto de determinaciones intrínsecas específicas como principio de orientaciones y
actividades naturales. Considerando
lo primero podremos distinguir al hombre de todo otro todo sustantivo no
humano. Considerando lo segundo podremos
descubrir la actividad propiamente natural del hombre.
Particularmente,
en este caso donde intentamos considerar el tema desde la perspectiva de las
corrientes contemporáneas, el eje de toda discusión parte del reconocimiento,
rechazo e interpretación de las determinaciones específicas intrínsecas o,
dicho de otro modo, las notas esenciales que integran la definición del hombre,
vale decir : la animalidad y la
racionalidad.
Sugiero
analizar un texto de Sto. Tomás que resume, con esa claridad diáfana que lo
caracteriza, su comprensión de las notas esenciales aludidas y su relación con
el todo sustantivo que es el hombre concreto.
Leemos en S.Th.I-II,q.67,a.5,c :
“el género y la diferencia significa el todo, es decir, el compuesto de materia
y forma en las cosas materiales, de este modo la diferencia significa el todo,
y el género también : pero el género denota el todo significándolo por lo
que es como materia, la diferencia, significándolo por lo que es como
forma ; la especie, significando ambas cosas. Así, en el hombre la naturaleza sensitiva es
como materia respecto de lo intelectivo, y por eso “animal” se llama a lo que
tiene naturaleza sensitiva ; “racional”, a lo que tiene naturaleza intelectiva,
y “hombre” a lo que tienen ambas. Y así
es el mismo todo el que se significa por estas tres denominaciones, pero no
bajo el mismo aspecto. Es por tanto
manifiesto que no siendo la diferencia más que designativa del género, removida
ella, la sustancia del género no puede permanecer la misma, y así no permanece
la misma animalidad si es otra clase de alma la que constituye al animal”.
Este texto
muestra como en el pensamiento de Sto. Tomás está siempre presente la unidad
del todo sustantivo humano. La
animalidad del hombre, que por su evidencia no necesita demostración alguna,
guarda semejanza con la sensitividad de los animales inferiores a él. Sin embargo, aunque las características
sensitivas sean semejantes, por el hecho de pertenecer al hombre son
humanas. El hambre del hombre no es
idéntico al hambre del animal. La
diferencia no se debe a la función orgánica en sí, sino a que en el hombre ésta
se halla asumida por un principio superior, al que llamamos espíritu. La racionalidad, en cambio, sí necesita
demostración pues no es tan evidente, al punto de ser cuestionada y negada por
muchas corrientes contemporáneas. La
razón pertenece al ámbito de lo espiritual y expresa la existencia del espíritu
en el hombre como algo real, distinto e irreductible a toda función orgánica o
psíquica inferior. El análisis de las
actividades humanas sirve como demostración de esa realidad espiritual. Precisamente es la racionalidad lo que
cuestionan las corrientes antropológicas contemporáneas.
La
definición clásica del hombre como animal racional es cuestionada en primer
lugar por aquellas corrientes que no aceptan siquiera la posibilidad de definir
al hombre, tal es el caso del agnosticismo, del intuicionismo de Bergson o del
existencialismo. Pero aún aquellas
corrientes y filósofos que aceptan definir al hombre no reniegan de la
animalidad cuanto de la racionalidad. El
denominador común de todas esas objeciones es el aspecto restrictivo que
otorgan al término racionalidad, sugiriendo, según sus respectivas posturas,
diferentes alternativas para reemplazar al término cuestionado. Es en este punto en el que conviene tener
bien presente el último párrafo del texto enunciado de la Suma : “no siendo la
diferencia más que designativa del género, removida ella, la substancia del
género no puede permanecer la misma”.
Negaciones
de la definibilidad del hombre
El agnosticismo : en su uso actual, el término fue
empleado primeramente por Th. H. Huxley en 1869 (Collected Essays), derivado del griego, con el significado de
“renuncia a saber”. Designa aquella
dirección filosófica que defiende la incognoscibilidad de lo
suprasensible. Niega a la razón humana
la capacidad para conocer con certeza la existencia y, con mayor razón, la
esencia del ente metaempírico. Por lo tanto,
niega la posibilidad de definir al hombre.
El intuicionismo de Bergson : Henri
Bergson (1859-1941) es el representante más original y destacado de la
nueva filosofía de la vida. Para Bergson
la inteligencia es el órgano del homo
faber. Su reino es la materia. Dentro del campo de la materia la
inteligencia no sólo capta los fenómenos, sino también la esencia de las
cosas. Pero la inteligencia es impotente
para comprender la duración real, la
vida. Nosotros constituimos una realidad
diferente al reino de la materia.
Nuestra realidad interior es libre, no es espacial ni calculable, es
pura duración. Esta es conocida por la
intuición, que tiene rasgos contrapuestos a la inteligencia. Es el órgano del homo sapiens. Si la inteligencia analiza y divide para
preparar la acción, la intuición consiste en una visión simple que ni divide ni
compone, sino que vive la realidad
del durar. La realidad toda es un puro
devenir. Como la actitud de la
inteligencia es exclusivamente práctica, la filosofía no puede emplear sino la
intuición. Las visiones que así logra no
puede expresarlas en ideas claras y precisas, ni tampoco puede realizar
demostraciones. Sus obras fundamentales
para estos temas son Essai sur les données immédiates de la
conscience(1889), su teoría del conocimiento, y Matiere et Mémoire(1896). Lo
único que puede hacer el filósofo, según Bergson, es ayudar a otros para que
vivan una intuición parecida a la suya.
Se desprende de lo dicho que es imposible pedir a este filósofo una
definición de hombre.
El existencialismo : filosofía de posguerra que tiene
fuerte influencia de Kierkegaard y Husserl, reúne a filósofos bastante diversos
en su elaboración filosófica, tales como : Karl Jaspers (Psychologie der
Weltanschauungen,1919), Gabriel
Marcel (Journal métaphysique,
1927), Martin Heidegger (Sein und Zeit,1927) y Jean Paul Sartre (L’Ëtre et le Néant,1943). El
tema principal que reúne a estos filósofos es la “existencia”. Es difícil precisar el sentido que asignan a
esta palabra. Pero básicamente se trata
del “modo de ser” peculiarmente humano.
El hombre raramente es denominado hombre, pues más bien se lo llama Dasein, Existenz, Yo, ser-para-sí. El es la única realidad que es su
existencia. La existencia precede a la
esencia y ésta se va dando a través de su existir libre. La existencia es concebida como una
actualidad absoluta. No es nunca, sino que se crea a sí misma en libertad, deviene. Es un pro-yecto. El hombre se crea libremente a sí mismo, es su libertad. Desde el momento que se disuelve el problema
del ser en el del existir, se caracteriza al hombre como proceso abierto e
inconcluso (contrariamente a los demás entes, que son en sí porque están acabados y cerrados) y se añade además que,
en el mejor de los casos, el proceso de autorrealización se remata en la muerte
(Heidegger).
Ahora bien,
todos los existencialistas rechazan la distinción entre sujeto y objeto y
desvalorizan así el conocimiento intelectual, por lo tanto niegan toda
posibilidad de definir al hombre. Según
ellos, no es la inteligencia la que logra el conocimiento verdadero, pues es
menester vivir la realidad. Eso se logra
mediante la angustia, por la que el hombre se percata de su finitud y de la
fragilidad de su posición en el mundo.
Diversas
definiciones del hombre
Pasemos
ahora al análisis de algunas corrientes y filósofos, que aceptando la
posibilidad de definir al hombre, reniegan o bien de lo que Sto. Tomás denomina
la “forma”, o bien de la sustantividad del hombre individual.
Consideremos
a Karl Marx como representante del socialismo hegeliano. Marx (1818-1883)en su obra Tesis sobre Feuerbach, escrita en 1845 y
publicada por Engels en 1888, como obra póstuma, define la esencia humana como
el “conjunto de relaciones sociales” (Sexta Tesis). La intención de Marx no es resaltar el
carácter social del hombre, sino referir a la realidad misma de la esencia
humana, que sólo es tal, por el conjunto de las relaciones sociales. Obviando toda referencia a la evidente
influencia de Hegel en dicha aseveración, es clara su negación de la
sustantividad del hombre individual.
Analicemos
ahora otra corriente como la del naturalismo
vitalista, a través de la figura de Ludwig
Klages (1872-1956). Klages proclama
el antagonismo entre el alma (Seele)
y el espíritu (Geist). Pero identifica, por un lado, lo anímico con
lo vital y dionisíaco, por otro, lo espiritual con lo racional, lógico y
demoníaco. ( Ver Der Geist als
Widersacher der Seele, Vol. I y II 1929, Vol. III 1932). Klages analiza el proceso histórico de la
humanidad como “la progresiva lucha
victoriosa del espíritu contra la vida, con el fin, lógicamente previsible, de
la aniquilación de la última”. En
su esquema la animalidad del hombre es la que le permite tener una comunión
íntima con la Naturaleza, en cambio la razón en tanto espíritu, convierte al
hombre en “la vía muerta de la especie”. Es un claro ejemplo en el que se reniega de
lo que el hombre es por su forma.
Frente al
vitalismo de Klages surge con toda la pasión de su creador, la antropología
scheleriana. Max Scheler (1874-19928) contemporáneo a Klages, se propone
revalorizar el espíritu como lo que al hombre lo hace persona. En su conocida obra Die
Stellung des Menschen im Kosmos (1928) se propone dar una respuesta al “concepto esencial del hombre”, en
oposición al “concepto sistemático
natural”. Ese concepto esencial
confiere al hombre un puesto singular, incomparable con el que ocupan las demás
especies vivas. Ese puesto singular lo
adquiere por el espíritu, el que según Scheler, parafraseando a Kant, “se eleva sobre la psique, negando
expresamente que el espíritu sea sólo un grupo de funciones pertenecientes a
una supuesta alma sustancial, cuya ficción es debida sólo a una injustificada
sustancialización de la unidad actual del espíritu”. En estas breves líneas, transcriptas del
cap.II de la obra citada, podemos observar su alejamiento de la posición
tomista por negar la sustantividad del alma y del espíritu. Aún más, Scheler define al espíritu como actualidad pura. Cito : “El centro del espíritu, la persona, no es, por lo tanto, ni ser
substancial ni ser objetivo, sino tan sólo un plexo y orden de actos”.
Lamentablemente, el pensamiento antropológico contemporáneo no
tomista, más cercano a la doctrina del Aquinate, cae en un actualismo que negando
la sustantividad del hombre, lo reduce a sus puros actos. Esta postura niega la noción de sustancia
porque la concibe como una suerte de sustrato inerte, y por ende inútil para
explicar la realidad que siempre se manifiesta en algún tipo de actividad. Indudablemente, Scheler parte de un
equivocado concepto de sustancia, pues ésta no es un mero sustrato estático,
sino un real principio dinámico del que proviene y en el que se funda toda
actividad, sin confundirse con la realidad sustancial. Cada hombre es el sujeto sustantivo que
cumple diversas actividades, distintas entre sí y a la vez distintas de él
mismo, fuente de ellas. Es principio
fontal de dinamismo y no mero sustrato o soporte. Por eso la explicación actualista resulta
insatisfactoria para dar cuenta de la efectiva realidad humana.
Contemporáneo
a Klages y a Scheler, es el neokantiano de la escuela de Marburgo Ernst
Cassirer (1874-1945). En su obra An Essay on Man (1945) sostiene que el
hombre vive en un universo simbólico, siendo el lenguaje, el mito, el arte y la
religión partes de este universo, que forman los diversos hilos que tejen la
red simbólica, la urdimbre complicada de la experiencia humana. Termina su cap. II : “Una clave de la naturaleza del hombre :
el símbolo”, sosteniendo que “la
razón es un término verdaderamente inadecuado para abarcar las formas de la
vida cultural humana en toda su riqueza y diversidad”. Propone, por lo tanto, reemplazar la
definición tradicional de hombre como animal racional por la de animal simbólico. De este modo, podremos según Cassirer,
designar su diferencia específica y comprender el nuevo camino abierto al
hombre : el camino de la civilización.
Cassirer no desconoce el valor de la razón. Es más, afirma que la racionalidad es un
rasgo inherente a todas las actividades humanas, pero que no alcanza a cubrir y
explicar todo el campo de la cultura.
Rescata, incluso, el sentido que, según él, los grandes pensadores daban
a la definición del hombre como animal racional. Según Cassirer, tal definición expresaba, más
bien, un imperativo ético fundamental.
Desde luego, estamos en presencia de una filosofía en la que la noción
de signo y significación, a la luz de una peculiar filosofía del lenguaje,
adquiere un valor diverso del que le atribuye la lógica formal
tradicional. Desde nuestra perspectiva,
el símbolo sólo puede ser explicado por la capacidad de abstracción de la
razón, por lo que lo simbólico es captado como una propiedad derivada de la
nota esencial de la racionalidad. Esto
convierte la definición de Cassirer en una definición per propria, por lo tanto reductible a una definición per
essentialia. Pretendiendo Cassirer dar una definición más amplia, a la luz
del tomismo, sólo obtiene una definición más restringida y fundada.
Acercándonos
a nuestro tiempo, y debido a las restricciones en la extensión de este trabajo,
he decidido seleccionar dos de los filósofos más representativos e influyentes
de nuestros días : Herbert Marcuse y Gianni Vattimo.
Marcuse (1898-1979) perteneció en su
primera etapa a la Escuela de Frankfurt, fundada en 1920 por G.Lukács. Su pensamiento es una curiosa mezcla
ideológica originada en la interpretación de Hegel y Marx como profetas de una utopía racionalista. Luego evolucionó hacia una ideología popular
de la revolución global, en la cual
la liberación sexual jugaba un papel preponderante, y en la que la clase obrera
fue desplazada rápidamente, para dar lugar a los estudiantes, a las minorías
raciales y al lumpen proletariado. Su antropología aparece desarrollada,
fundamentalmente, en su obra más difundida One-dimensional
Man (1964), aunque también hay antecedentes en Eros and Civilization (1955) y en sus últimos ensayos de 1970 Five Lectures, uno de ellos traducido
como “Un ensayo sobre la liberación”.
Toda su filosofía se orienta a la
crítica de una civilización tecnológica que ha instaurado un orden social en el
que el hombre unidimensional adquiere
la alienación suprema, la pérdida de la libertad. Acusa
al positivismo y al análisis del lenguaje por contribuir a la formación
de ese hombre unidimensional. Su característica es la esclavitud
imperceptible pero verdadera por su degradación a simple instrumento, por la
carencia de autonomía y capacidad de decisión.
Marcuse pone como causa de esta sociedad cerrada y opresora, formadora
del hombre unidimensional a la racionalidad. En One-dimensional
Man, encontramos expresiones como éstas : “vivimos en el signo de la racionalidad y la producción”, “imponer la
razón a toda una sociedad es una idea paradójica y escandalosa”, o bien
caracteriza a la sociedad actual por la “índole
racional de su irracionalidad”. Para
obtener una ontología bidimensional que resuelva el antagonismo entre libertad
y opresión propone rechazar todo orden establecido mediante la liberación del eros. Marcuse propone reemplazar animal
racional por animal erótico, que supone el desarrollo espontáneo de los
instintos sin ningún tipo de represión.
Esto, para él, conduce a la paz y a la armonía en la que el placer será
reconocido como un fin en sí mismo (Cfr. Eros
y Civilización). Desde una
perspectiva crítica, podemos decir que Marcuse
no propone nada nuevo y pretende reinstaurar un hedonismo que ya existe
en la sociedad actual, y que no ha demostrado ninguna eficacia para combatir la
esclavitud de la tecnología.
Vattimo, filósofo italiano
contemporáneo, nacido en 1936, es uno de los representantes más populares del
postmodernismo. A diferencia de otros
teóricos de la postmodernidad no quiere adoptar un tono apocalíptico, sino uno
mesurado. Toma de Nietzsche y de
Heidegger una ontología nihilista, que supera la metafísica porque, a
diferencia de ésta, no identifica al ser con el ente y no busca estructuras
estables (esencias) ni fundamentos eternos.
Capta al ser como evento, como
algo epocal. Para Vattimo la hermenéutica (ontología nihilista que
realiza la fusión del ser en el lenguaje) es el nuevo lenguaje común, o la
nueva koiné de los años 80. Su propuesta personal es la del pensiero debole para contrarrestar las
formas de dominio propias de la metafísica y de la razón calculadora (Cfr. El pensamiento débil, volumen colectivo
publicado por Pier Paolo Rovatti, 1983, versión castellana 1987). En lugar de la racionalidad propone el
pensamiento débil que es pensamiento abierto. Cuando habla de debilidad se
refiere a la disolución de muchas rigideces que, para el filósofo italiano, son
los verdaderos obstáculos para nuestra libertad. Según Vattimo, en cuanto cae la idea de la
racionalidad, desaparece la idea de una sola forma verdadera de realizar la
humanidad. Aparece un mundo plural. Vattimo habla del alcance emancipador y
liberador de la pérdida del sentido de la
realidad. Este efecto emancipador de
la liberación de la racionalidad reside, por un lado, en la posibilidad de manifestar
cada uno lo que es : negro, mujer, homosexual, protestante, etc., y por
otro, en la vivencia de extrañamiento
cuando comprendo que mi sistema de valores no es el único. Para el postmoderno el ser no coincide con lo
estable, fijo y permanente, sino que tiene que ver con el evento, el consenso, el diálogo y la interpretación, apareciendo esto como una chance de un nuevo modo de ser humano, donde básicamente se pierden
las determinaciones de sujeto y objeto (Cfr. Etica dell’ interpretazione, 1989, versión española 1992). No hay en Vattimo un interés por la
definición de hombre porque su hermenéutica no busca esencias, ni nada
permanente. En todo caso describe el
nuevo modo de ser humano como evento, consenso, diálogo e interpretación, siempre dentro del marco del pensiero debole. Si bien
no alude a ella, en particular, su postura implica un rechazo de la
posición tomista.
Breve conclusión
Podemos afirmar, fundándonos en la
experiencia personal, que toda crítica contemporánea al tomismo deviene o bien
del desconocimiento o bien de una interpretación errónea de su doctrina. Más allá de que ciertos tomistas y
neo-tomistas tengan responsabilidad en el asunto, y carguen la culpa de haber
desvirtuado el verdadero espíritu de Tomás de Aquino, quien se acerque a las
obras del Aquinate con espíritu abierto e intención de búsqueda de la verdad no
podrá adscribirle el racionalismo que, injustificadamente, se le atribuye
incluso en el ámbito católico.
Desde
la perspectiva antropológica no puede desconocerse que Tomás de Aquino pone
junto a la ratio el intellectus, como una misma
potencia. El intellectus es la simple aprehensión de la verdad inteligible, la ratio el discurrir de un concepto a otro
para conocerla. Tal como lo afirma
expresamente en S.Th. I,q.79,a.8,c :
“Los hombres llegan al conocimiento de la verdad inteligible pasando de un
concepto a otro, por lo que se les llama racionales”, pero también
sostiene, en el mismo texto, que el razonar humano, cuando sigue la via inventionis parte de ciertas verdades
captadas por el intellectus, que son
los primeros principios, para volver después, por via iudicii, a comprobar las verdades halladas con esos mismos
primeros principios. Con una hermosa
imagen Tomás compara la ratio y el intellectus con el movimiento y el
reposo, respectivamente, para demostrar que ambos son una misma potencia.
En
mi humilde opinión, gran parte de los actuales rechazos a la definición de
hombre como animal racional, por
considerarla restrictiva con relación al hombre concreto, se deben al
desconocimiento del intellectus y de
su constante y dinámica relación con la razón.
Prof. Dra. María L. Lukac de Stier
No hay comentarios:
Publicar un comentario